Tres fotos que muestran a Kate Shin y a su madre, Lynn, en diferentes etapas de sus vidas. Izquierda: Lynn con la joven Kate, vestida con un vestido azul. Centro: Lynn sonríe junto a su esposo en un sofá. Derecha: Kate y Lynn se sientan juntas a la mesa, sonriendo cálidamente.
Blog

"Los ensayos clínicos nos dieron tiempo": el homenaje de una hija al coraje de su madre

Tres fotos que muestran a Kate Shin y a su madre, Lynn, en diferentes etapas de sus vidas. Izquierda: Lynn con la joven Kate, vestida con un vestido azul. Centro: Lynn sonríe junto a su esposo en un sofá. Derecha: Kate y Lynn se sientan juntas a la mesa, sonriendo cálidamente.

Cuando Kate Shin piensa en su madre, Lynn, recuerda su fortaleza. Kate, coreano-estadounidense de primera generación, creció viendo a su madre —quien emigró de Incheon, Corea del Sur, a Baltimore a principios de los 1970— afrontar los desafíos de un nuevo país, un matrimonio concertado y, finalmente, un devastador diagnóstico de cáncer.

Con tan solo 37 años, a Lynn le diagnosticaron cáncer de recto en estadio IIb. Era finales de la década de 1990, y la concienciación sobre los casos de cáncer colorrectal de inicio temprano era mucho menor que hoy. Bajo el cuidado del Centro Oncológico Integral Sidney Kimmel de Johns Hopkins, Lynn se sometió a radioterapia, cirugía y quimioterapia. Durante casi una década, permaneció en remisión, dedicada a criar a Kate y a su hermano menor.

Kate Shin y su madre, Lynn, sonríen juntas en la ceremonia de graduación de Kate. Kate lleva una toga y birrete negros con una estola roja, y Lynn lleva un traje azul claro con un collar de perlas.

Pero nueve años después, todo cambió. Lynn comenzó a experimentar fuertes dolores de espalda y piernas, síntomas que los médicos inicialmente atribuyeron a la osteoporosis. Finalmente, una ecografía reveló lo impensable: el cáncer de Lynn había regresado y se había extendido a la columna vertebral. Ahora era... etapa IV y terminal.

“Le dijo a mi papá: 'Algo anda muy mal'”, recuerda Kate. “Mi papá la llevó a Hopkins, porque era el mejor centro oncológico de nuestra región, aunque estaba a una hora de distancia. Fue entonces cuando lo encontraron”.

Ante las limitadas opciones de tratamiento, el equipo médico de Lynn introdujo la posibilidad de ensayos clínicosPara los pacientes con cáncer de recto avanzado, los ensayos clínicos pueden abrir la puerta a terapias experimentales que de otro modo no estarían disponibles. Kate afirma que la decisión de inscribirse fue a la vez aterradora y esperanzadora.

“Los ensayos clínicos le dieron a mi mamá más tiempo”, dice. “Pudo verme graduarme de la universidad, avanzar a la escuela de posgrado y compartir momentos importantes que tal vez no hubiéramos tenido”.

Lynn soportó años de quimioterapia, cirugías y efectos secundarios como la neuropatía. Aun así, siguió adelante. Falleció en 2010, cuatro años y medio después de su segundo diagnóstico, dejando un legado de valentía y lucha que aún motiva a su hija.

Kate, que ahora tiene 40 años, sigue honrando a su madre difundiendo información sobre las pruebas de detección. Debido a sus antecedentes familiares, comenzó a hacerse colonoscopias a los 28 años y hasta ahora se ha hecho cuatro. 

“Las pruebas de detección salvan vidas”, dice. “Si el cáncer de mi madre se hubiera detectado incluso antes, las cosas podrían haber sido diferentes”.

A través de su historia, Kate espera que otros entiendan que el acceso a la atención, a la información y a los ensayos clínicos pueden marcar la diferencia. 

"Estoy muy agradecida", dice. "Los ensayos clínicos no curaron su cáncer, pero nos dieron tiempo. Y ese tiempo lo fue todo".

Para las personas con cáncer de recto, no ha habido muchos avances en años. Agradecemos a Akamis Bio por apoyar esta historia para crear conciencia sobre los ensayos clínicos y la importancia de conocer todas las opciones al tomar decisiones de tratamiento. Puede obtener más información sobre su estudio FORTRESS para el cáncer de recto localmente avanzado (LARC) en estudiodefortaleza.org.

Recursos principales